La casa de mis abuelos


Llueve sin parar desde anoche y hoy el pueblo ha amanecido escondido en la niebla. Ya casi tenemos el salón a punto y he encendido el fuego para celebrarlo. Me siento en la butaca de en frente y pongo los pies sobre el ladrillo; sé cuál es el lugar perfecto para entrar en calor sin riesgo de que una “purna” alcance mis calcetines. He hecho esto mismo tantas veces que es un ritual para mí. Recuerdo con especial cariño mi tediosa adolescencia cuando, en días de lluvia, llegar a casa con las zapatillas y el bajo del pantalón empapados era mi seña de identidad.

¿Tienes que llevar arrastrando los pantalones? ¡Estás empapada! Trae, que te subo un poco el bajo —, me saluda mi abuela cuando me ve entrar. Veo que está preparándome la merienda y se me hace la boca agua.

Voy notando el calor según me acerco al salón y ahí está, mi abuelo, seleccionando minuciosamente la leña. Desvía la mirada hacia mí por un momento y resopla.

Ya no hacen calzado como el de antes…Desde luego que os venden cualquier cosa. Quítate las zapatillas y ven al fuego, anda —, añade para apoyar a su mujer en la causa.

Obedezco, casi siempre. Cierro los ojos y aún puedo oír las películas de vaqueros que tanto les gustaban, saborear el bocata de jamón con pan con tomate y oler la leña de olivo quemándose.

Vuelvo en mí cuando oigo a mi hija llamarme desde la cuna; se ha despertado y es la hora de comer. En cuanto le alcancen las piernas, encenderemos el fuego juntas y le enseñaré mi ritual. Guardo la figura de recuerdo de Cuenca que, sin darme cuenta, sostenía aún sobre las manos. Comparte espacio con un cenicero de Jaén y un Cristo de marfil. Releo de nuevo el garabato que he hecho en la solapa, para asegurarme de que lo introduzco en la caja correcta: Wallapop.

Abro la puerta de la habitación. Mi hija me mira, feliz, y me echa los brazos. Ha estado durmiendo plácidamente donde un día lo hicieron mis abuelos. Me gusta imaginármelos mirándome desde algún “agujerico” por ahí arriba, felices y orgullosos porque aún hoy siguen dándome un fuego al que arrimarme. Siguen siendo mi hogar.


Publicado el 14 de marzo de 2025 en el periódico La Comarca

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